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domingo, 24 de febrero de 2013

VENGANZA




Apareció entre la niebla. Mi delirio de persecución lo confundió  cuando entré al cementerio para escapar. El hombre seguramente había seguido mis pasos para atraparme.
Supuse que nadie me había visto cuando encontré en el callejón a mi esposa con su amante y los dejé agonizando con dos balazos en sus cuerpos. Hacía tiempo que lo sospechaba, no pude evitarlo. Quedaron tendidos en la oscuridad, mientras yo observaba su agonía.
Luego corrí al lugar donde solamente las almas que deambulan en la noche podrían ver mi desesperación. Presumí que  no era un alma que rondaba, aunque  se escondió en la bruma, vi que estaba acompañado.
Disparé nuevamente, pero al aire, para asustarlos.
Sin miedo se presentaron a mi lado y los vi claramente. Mi esposa y su amante, tomados de la mano y sonrientes, ya pertenecían al lugar.



© 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.
El texto aquí presente se encuentra registrado y la autora del mismo posee todos los derechos relacionados al mismo. Por lo tanto se encuentra prohibida la copia, la venta, la redistribución, publicación sin la previa autorización de la escritora y así mismo no se puede reclamar la pertenencia de la pieza por parte de terceros.

*Las imágenes publicadas en esta entrada no son propiedad de la autora y fueron encontradas utilizando buscadores de imágenes.

domingo, 17 de febrero de 2013

PARA ALGUIEN ESPECIAL


                                   

Querida mami:
Hace días que pienso en lo que voy a regalarte en tu  día y no encuentro algo que puedas realmente merecer. Digo merecer porque cada cosa que veo no me conforma, aunque debo confesarte que miro las vidrieras y todo lo que hay me trae un recuerdo tuyo.
Veo prendas colocadas en un maniquí y mi mente vuelve a mi niñez. La máquina de coser a pedal, que ahora casi nadie usa, parece que regresara con una música especial. Música con melodía de cariño que vos con tus pies provocabas con cada una de las puntadas, para que cada uno de nosotros (tus hijos) tuviésemos ropa nueva para estrenar.
Sigo recorriendo, entro en un vasar muy grande. Todo el aroma a tu cocina se representa en él. El  de tus guisos de lentejas que tanto le gustaban a papá. El de las milanesas, junto con las  infaltables papas fritas que con amor servías bien calientes y crocantes para satisfacer nuestro apetito de adolescentes que arrasaban con todo lo que preparabas.
Aromas a tus tortas fritas en los días de lluvia. Masa de alegría, ingredientes que se unían con tus manos cansadas formando cantidades de ellas todas prolijitas. Formas armoniosas que yo nunca pude lograr.
Entro también a los viveros y no hay plantas tan bellas como las de tu jardín. Aún recuerdo el gran cactus que estaba en el fondo. Una noche muy tarde, nos despertaste para que viésemos su flor, blanca, hermosa. Contrastaba con las largas espinas de la planta que tanto te gustaba. No hay ninguna como aquella.
No sé que voy a hacer mami, te recuerdo y me miro al espejo grande de la tienda en la que estoy parada. Ahora soy adulta, formé mi propia familia con tres hermosos hijos. Todo lo que me enseñaste se los transmití a ellos.
Como decía tu mamá, mi querida abuelita, ahora vos sos la raíz del árbol y yo una de sus ramas. Las flores y frutos son tus nietos.
 Frutos, sos bisabuela mami y sos muy joven. Un bello título de bisabuela  bien ganado.
Sé que la vida no fue fácil para vos, sé que te quitó muchas cosas, entre ellas a mi querido hermano. Pero supiste contenernos aunque por dentro se desgarraba tu alma. La familia se apoyó en vos, cuando eras vos la que tenías que ser consolada.
—¿Qué te regalo má? Si vos me regalaste lo mejor de tu vida y lo seguís haciendo. Cada día, cada mañana cuando voy a tu casa a tomar mate y compartimos largas charlas. Toda la contención que me das, los abrazos, tu confianza para decirnos que todo va a salir bien aunque sepas que quizás no va a ser así.
Perdoname, no hay regalo que se compare con todo lo que me diste y le seguís dando a la familia entera. Tu amor y tu dulzura no tienen precio ni regalo que se compre con dinero.
Solamente hay algo que puedo darte, el amor y admiración que siempre te tuve representado en una rosa roja. Con aroma de tu piel y el color de mi corazón que es para vos.

 © 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.

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jueves, 7 de febrero de 2013

ANDROIDES



En el sitio había mucho trabajo. Los androides azules trasladaban la basura para compactar. La depositaban en grandes vehículos conducidos con cautela por los de color verde.

Debían realizar la labor en el menor tiempo posible. Cuando alguno de ellos perdía energía era reemplazado por otro en pocos segundos.
La compactadora funcionaba continuamente, los verdes dirigían los camiones hacia ella. Volcaban dentro los residuos que se molían por completo.
Una luz roja se encendió de repente y una alarma sonó descontrolada. La guardia de tecno androides se hizo presente muy rápido. El problema parecía serio, no podían hallar el desperfecto.
A causa de la complicación los vehículos  apilaron la carga, de manera provisoria, en un descampado. Por primera vez los androides se sentían vulnerables y aunque miraban con asco la podredumbre que se amontonaba, no encontraban una solución.
El jefe se hizo presente, lo que puso en vilo a los técnicos. Si algo no le satisfacía seguramente terminarían junto a los residuos.
En su idioma preguntó:
—¿Cuál es el problema? —indignado.
—No hay manera de reparar la máquina, se quemaron demasiados chips y es imposible que funcione nuevamente —respondió sumiso el técnico de mayor jerarquía.
—¡Ineptos! —dijo con ira, mientras llamaba a la guardia de seguridad.
Dio la orden:
—¡Desprogramen a éstos inservibles! Llévenlos al descampado y quémenlos.
Un guardia preguntó:
—¿Junto a ellos? —con tono despectivo.
—¡Sí, se lo merecen! Apúrense, antes que los humanos  comiencen a despedir gusanos.




© 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.
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