Querida mami:
Hace días que pienso en
lo que voy a regalarte en tu día y no
encuentro algo que puedas realmente merecer. Digo merecer porque cada cosa que
veo no me conforma, aunque debo confesarte que miro las vidrieras y todo lo que
hay me trae un recuerdo tuyo.
Veo prendas colocadas en
un maniquí y mi mente vuelve a mi niñez. La máquina de coser a pedal, que ahora
casi nadie usa, parece que regresara con una música especial. Música con
melodía de cariño que vos con tus pies provocabas con cada una de las puntadas,
para que cada uno de nosotros (tus hijos) tuviésemos ropa nueva para
estrenar.
Sigo recorriendo, entro en
un vasar muy grande. Todo el aroma a tu cocina se representa en él. El de tus guisos de lentejas que tanto le
gustaban a papá. El de las milanesas, junto con las infaltables papas fritas que con amor servías
bien calientes y crocantes para satisfacer nuestro apetito de adolescentes que
arrasaban con todo lo que preparabas.
Aromas a tus tortas
fritas en los días de lluvia. Masa de alegría, ingredientes que se unían con
tus manos cansadas formando cantidades de ellas todas prolijitas. Formas
armoniosas que yo nunca pude lograr.
Entro también a los
viveros y no hay plantas tan bellas como las de tu jardín. Aún recuerdo el gran
cactus que estaba en el fondo. Una noche muy tarde, nos despertaste para que
viésemos su flor, blanca, hermosa. Contrastaba con las largas espinas de la
planta que tanto te gustaba. No hay ninguna como aquella.
No sé que voy a hacer
mami, te recuerdo y me miro al espejo grande de la tienda en la que estoy parada.
Ahora soy adulta, formé mi propia familia con tres hermosos hijos. Todo lo que
me enseñaste se los transmití a ellos.
Como decía tu mamá, mi
querida abuelita, ahora vos sos la raíz del árbol y yo una de sus ramas. Las flores
y frutos son tus nietos.
Frutos, sos bisabuela mami y sos muy joven. Un
bello título de bisabuela bien ganado.
Sé que la vida no fue
fácil para vos, sé que te quitó muchas cosas, entre ellas a mi querido hermano.
Pero supiste contenernos aunque por dentro se desgarraba tu alma. La familia se
apoyó en vos, cuando eras vos la que tenías que ser consolada.
—¿Qué te regalo má? Si
vos me regalaste lo mejor de tu vida y lo seguís haciendo. Cada día, cada
mañana cuando voy a tu casa a tomar mate y compartimos largas charlas. Toda la
contención que me das, los abrazos, tu confianza para decirnos que todo va a
salir bien aunque sepas que quizás no va a ser así.
Perdoname, no hay regalo
que se compare con todo lo que me diste y le seguís dando a la familia entera.
Tu amor y tu dulzura no tienen precio ni regalo que se compre con dinero.
Solamente hay algo que
puedo darte, el amor y admiración que siempre te tuve representado en una rosa
roja. Con aroma de tu piel y el color de mi corazón que es para vos.
© 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.
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