Un escenario la
esperaba, las luces se encendieron y ella apareció emocionada.
De cabello corto, coloreado con
cenizas. Arrugas en su rostro que no disimuló con el ligero maquillaje que
lucía. Vestía pantalón negro y sobre sus hombros un poncho de colores, negros,
rojos y blancos, que la caracterizaban.
Juntó sus manos, se emocionó junto
al micrófono. Dos hombres con hermosas guitarras comenzaron a tocar la melodía,
ella liberó su voz como alas al viento.
Susurró, “La llorona”, mientras el
público la ovacionaba con un fuerte aplauso. Siguió cantándole a la muerte,
quizás presentía que la esperaba, quizás vio que la acechaba.
Levantó sus brazos y entonó:
—¡Si ya te he dado la vida, Llorona!. ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?—con
el alma entregada a sus espectadores.
Sonrió
con una mueca cansada. Señaló a los músicos y agradeció su compañía.
En su interior llevaba una identidad
guardada, cofre que abría por las noches, mientras coreaba a algún amor de
mujer imposible.
Bebió tequila para olvidar su pena y su
tristeza. Por sus mejillas corrieron lágrimas, perlas que fueron al mar.
Se repuso y pensó, que cantando otra
ranchera, borraría de su memoria a la que no pudo tener.
© 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.
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ResponderEliminarHola.
Te envio la dirección para que las leas y me comentes que te parecen:
http://anna-historias.blogspot.com.es/
Saludos
Anna
Hola, ANNA. Voy para tu blog. Besitos :)
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