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domingo, 17 de febrero de 2013

PARA ALGUIEN ESPECIAL


                                   

Querida mami:
Hace días que pienso en lo que voy a regalarte en tu  día y no encuentro algo que puedas realmente merecer. Digo merecer porque cada cosa que veo no me conforma, aunque debo confesarte que miro las vidrieras y todo lo que hay me trae un recuerdo tuyo.
Veo prendas colocadas en un maniquí y mi mente vuelve a mi niñez. La máquina de coser a pedal, que ahora casi nadie usa, parece que regresara con una música especial. Música con melodía de cariño que vos con tus pies provocabas con cada una de las puntadas, para que cada uno de nosotros (tus hijos) tuviésemos ropa nueva para estrenar.
Sigo recorriendo, entro en un vasar muy grande. Todo el aroma a tu cocina se representa en él. El  de tus guisos de lentejas que tanto le gustaban a papá. El de las milanesas, junto con las  infaltables papas fritas que con amor servías bien calientes y crocantes para satisfacer nuestro apetito de adolescentes que arrasaban con todo lo que preparabas.
Aromas a tus tortas fritas en los días de lluvia. Masa de alegría, ingredientes que se unían con tus manos cansadas formando cantidades de ellas todas prolijitas. Formas armoniosas que yo nunca pude lograr.
Entro también a los viveros y no hay plantas tan bellas como las de tu jardín. Aún recuerdo el gran cactus que estaba en el fondo. Una noche muy tarde, nos despertaste para que viésemos su flor, blanca, hermosa. Contrastaba con las largas espinas de la planta que tanto te gustaba. No hay ninguna como aquella.
No sé que voy a hacer mami, te recuerdo y me miro al espejo grande de la tienda en la que estoy parada. Ahora soy adulta, formé mi propia familia con tres hermosos hijos. Todo lo que me enseñaste se los transmití a ellos.
Como decía tu mamá, mi querida abuelita, ahora vos sos la raíz del árbol y yo una de sus ramas. Las flores y frutos son tus nietos.
 Frutos, sos bisabuela mami y sos muy joven. Un bello título de bisabuela  bien ganado.
Sé que la vida no fue fácil para vos, sé que te quitó muchas cosas, entre ellas a mi querido hermano. Pero supiste contenernos aunque por dentro se desgarraba tu alma. La familia se apoyó en vos, cuando eras vos la que tenías que ser consolada.
—¿Qué te regalo má? Si vos me regalaste lo mejor de tu vida y lo seguís haciendo. Cada día, cada mañana cuando voy a tu casa a tomar mate y compartimos largas charlas. Toda la contención que me das, los abrazos, tu confianza para decirnos que todo va a salir bien aunque sepas que quizás no va a ser así.
Perdoname, no hay regalo que se compare con todo lo que me diste y le seguís dando a la familia entera. Tu amor y tu dulzura no tienen precio ni regalo que se compre con dinero.
Solamente hay algo que puedo darte, el amor y admiración que siempre te tuve representado en una rosa roja. Con aroma de tu piel y el color de mi corazón que es para vos.

 © 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.

El texto aquí presente se encuentra registrado y la autora del mismo posee todos los derechos relacionados al mismo. Por lo tanto se encuentra prohibida la copia, la venta, la redistribución, publicación sin la previa autorización de la escritora y así mismo no se puede reclamar la pertenencia de la pieza por parte de terceros.


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