Translate

viernes, 7 de diciembre de 2012

CUMPLEAÑOS




            La fiesta de disfraces se había planeado para festejar el cumpleaños de Anita, al aire libre y al mediodía para disfrutarla a pleno. Cada uno preparó su disfraz de la manera que deseaba o que podía: elaborado con sus manos, alquilado o confeccionado por una modista. Armé el mío con la emoción que me inspiraba la sola idea de estrenarlo: compré lentejuelas, canutillos, tul, todo lo necesario para ser una bella mariposa multicolor. Me lo probé y quedé totalmente satisfecha; haberlo creado con mi imaginación le añadía un valor extra.          
Nos presentamos al festejo con mucha expectativa porque, además había otra consigna: representar el personaje lo mejor posible. Se había preparado un escenario y provisto un equipo de sonido, para que cada quien solicitara la música de fondo que le convenía al momento de tocarle su turno.
            Comenzó Anita, era lo correcto. Con música victoriana, desfiló como una reina del siglo XVI comportándose como tal. Luego se animó Drácula que, de tanto tomar vino tinto para emular brindis con sangre, cayó redondo por la borrachera sobre el final de su presentación. Le siguió el mago, que había preparado una escenografía y se dispuso a hacer el famoso truco de la paloma. Las risas no pudieron contenerse al ver que en cambio de una paloma apareció un loro. Nos estábamos divirtiendo mucho, gracias a que ni el vampiro ni el ilusionista habían dado  pie con bola.
Llegó el momento de mi representación. Le acerqué al sonidista un disco compacto con la  música de Fito Páez: “Mariposa Technicolor”. Había amarrado las  alas a mis brazos, trepé a una silla y anuncié que iba a volar. Mi público rió al igual que yo. Lo intenté y caí de pie sin haberme elevado un milímetro. Me dejaron probar nuevamente, tampoco funcionó.
—¡Ilusa! ¡Nadie puede volar! —gritó alguien.
Mi cuerpo me decía que era posible y, sin permiso, subí a la silla otra vez y cerré los ojos. Ante el estupor de los demás, comencé a levitar. Sacudí los brazos unidos a las alas y volé sobre los disfrazados dejándolos boquiabiertos.
            Pero eso no fue todo: mi cuerpo se transformó y se empequeñeció hasta que me convertí en una mariposa real. Algunos corrieron tras de mí para atraparme.  Tuve que refugiarme en el jardín entre las flores. No podía desaprovechar la experiencia, salí de allí dispuesta a recorrer todos los lugares posibles. Las mariposas verdaderas me miraban de soslayo, sospechaban que no era de su especie. Al fin gané su confianza y me confesaron que las entristecía que la vida fuera tan efímera. Era verdad, me despedí de ellas y seguí mi vuelo aprovechando las horas de  subsistencia que me restaban hasta el anochecer.
Creo que ahora estoy en la vitrina de un coleccionista. No siento pena por mi transformación: mi vida de humana no me trajo satisfacciones. En cambio, como mariposa logré la libertad que siempre había deseado. 






© 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.
El texto aquí presente se encuentra registrado y la autora del mismo posee todos los derechos relacionados al mismo. Por lo tanto se encuentra prohibida la copia, la venta, la redistribución, publicación sin la previa autorización de la escritora y así mismo no se puede reclamar la pertenencia de la pieza por parte de terceros.


1 comentario:

  1. Rosa de hielo este es el cuento que màs me gustò, descriptivo, profundo, soñador,

    ResponderEliminar