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miércoles, 19 de diciembre de 2012

UNA MUJER ASEDIADA



Lynn se sentó a la mesa a cenar. El plato contenía diminutos granos de arroz extraídos de una bolsa de arpillera, los revolvía con un tenedor pensando que su mejor alimento era el contenido de un libro. Tomó una servilleta de papel doblándola en forma de alas, quizás con ellas podría transformarse en ave y volar hacia el infinito.
Su cuerpo estaba agotado, no debería esperar una noche más para hablar con él, pedirle que la abandone era lo mejor. ¿La plaza sería el lugar apropiado para expresarse? Allí los bancos hablan entre sí mientras todos duermen. Descartó la idea, el mejor sitio era la alcoba donde noche a noche la mortificaba.
Lavó la vajilla, entre los utensilios enjuagó un cuchillo con el que pretendía  cortar trozos de su pasado. Acomodó la mesa para que se halle todo en orden. Colocó un florero con rosas, las que con su perfume provocaron que salieran invisibles mariposas.
Su alcoba estaba situada en un edificio el cual miraba desde lo alto las diagonales. En el bulevar los pájaros soñaban con tener una escalera para subir al cielo y descansar en una nube.
Lynn tomó el caracol que adornaba la mesa de luz,  lo colocó en su oreja tratando de oír el sonido del mar. Cerró los ojos, imaginó un barco que en las profundidades del océano miraba los peces danzando.
Se acurrucó en la cama presintiendo que él llegaría. Escondida entre las sábanas de seda dijo:
—¡Necesito que te vayas y no regreses! Habrá muchas mujeres que quizás te necesiten. No sé como hacer para que entiendas que ya no me haces falta.
Siguió el discurso tratando de respaldar sus propias palabras:
—Sé que me ayudaste en su momento. Con una birome y un papel escribimos sueños, viajé con tu asistencia hasta el universo en el cual duermen los duendes. Pero me agobia tu presencia.
Las lágrimas brotaban silenciosas de sus ojos, marcando en su piel de seda surcos salados que llegaban hasta las comisuras de sus labios. Por último dijo:
—Hay dos caminos a seguir, uno es muy simple, te alejas y yo quedo tranquila. El otro es morir, pero sabes que si yo muero te llevaré conmigo —expresó convencida de sus palabras. Tapándose con las sábanas hasta  la cabeza dejó que él decida.
Un rayo de sol que se colaba entre las cortinas de la ventana la despertó. Se dio cuenta que llegaría tarde a su empleo, como también que él se había marchado. Supuso que el “Señor…”, estaría dormitando en algún sitio oscuro, la luz no era de su agrado. Buscaría otra víctima al anochecer.
Se levantó de la cama, tomó una taza de café para despabilarse y marchó feliz hacia su lugar de trabajo. Tranquila, pensando que el “Señor Insomnio” encontraría  otra mujer para perturbar por las noches.


 © 2012 Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia.

El texto aquí presente se encuentra registrado y la autora del mismo posee todos los derechos relacionados al mismo. Por lo tanto se encuentra prohibida la copia, la venta, la redistribución, publicación sin la previa autorización de la escritora y así mismo no se puede reclamar la pertenencia de la pieza por parte de terceros.


2 comentarios:

  1. jeje, Nélida, di con tu blog. En tu relato nos llevas de la mano de un desamor y al final no es tal, por lo que en la segunda lectura se aprecia más el relato. Abundantes imágenes líricas, que te aplaudo, pero que en mi opinión son excesivas. Por otro lado el narrador cuenta demasiado, no pasa nada pero en ocasiones es mejor mostrar que decir. Me ha gustado y espero que podamos seguir leyéndonos. feliz año nuevo

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